“La vanidad está tan arraigada en el corazón del hombre, que un soldado, un granuja, un cocinero, un mozo de cordel se alaba a sí mismo y quiere tener sus admiradores; los quieren hasta los mismos filósofos; y quienes escriben en contra quieren tener la gloria de haber escrito bien y quienes los leen quieren tener la gloria de haberlos leído; y yo mismo, que escribo esto, tengo quizás este deseo; y quizás quienes lo lean…”
Pascal, Blaise, Pensamientos, 150 (ed. Brunschvicg).

domingo, 3 de agosto de 2014

Vanitas vanitatum: San Rafael Arnáiz, OCSO



12 de julio de 1936 - 25 años

Meditaciones de un trapense - San Isidro
Saber esperar

En la Trapa tenemos los trapenses un consuelo muy poco conocido en el mundo... Aquí en la casa de Dios y separados del bullicio de los hombres, se ve de una manera palpable lo corto que es todo lo que pasa con el tiempo... En el mundo también, pero es de otra manera.
El mundo cuando comenta la rapidez de la vida, lo hace con un “dejo" de tristeza; se lamenta de la brevedad de todo... El hombre vive muchas veces del recuerdo…, y lo que pasó ¿de qué le sirve?... No se enmienda, sigue buscando en la vida que aún le queda, lo que no encontró en la vida que vivió. Le llegan los años últimos y en estos aún nota más la nostalgia de lo que pasó, y lo breve de todo… Triste vejez la del mundo.
En la Trapa, al monje lo que fue ya no le importa… Solamente tiene el inmenso consuelo de saber que lo que aún le queda, ha de pasar. ¿Qué hacer, pues, sino esperar? Y con qué alegría y paz se espera, lo que es cierto ha de venir.
Qué paz da al alma pensar, que lo que espera, ni los hombres ni los acontecimientos pueden impedir su llegada... Cada día que pasa, es un día más que nos acerca al comienzo de la verdadera vida.
Lo que para el mundo es el fin, para el monje es el principio. Todo llega, todo pasa..., sólo Dios permanece.

San Rafael Arnáiz Barón, OCSO.


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