“Jesús sufrió con tristeza...
¿Podrá sufrir el alma sin tristeza...?
¡Los mártires sufrieron con
alegría... y el Rey de los mártires sufrió con tristeza...! Y la primera
palabra de su agonía fue: «¡Me muero de tristeza!» ¡N.S. tiene miedo a su cáliz
amargo, tiene miedo de su santa vocación...! Esos miedos que me conturban
puedo, pues, ofrecérselos... N.S. se conturba, tiene miedo... No conserva la
sangre fría... ¡No permanece impasible...! Y yo me reprocho mis turbaciones...,
mientras que Jesús me enseña que son meritorias... Jesús... siente rechazo...
Siente rechazo y repugnancia ante su vocación sagrada... y su sangre fluirá de
todos sus miembros como prueba de ese rechazo y de esas repugnancias... ¿Y me
extraño yo de experimentar repugnancia ante las angustias de la naturaleza...?
N.S. llega has el tedio, un
sentimiento bien bajo en un alma generosa... Suprimamos los tedios y los
sentimientos de abandono..., ¿y dónde quedarán nuestras pruebas? Y yo creía que
no había que sufrir pobremente, miserablemente... «¡Dios nos libre,
decía un santo, de sufrir noblemente, reciamente, generosamente!» Sin esta cruz
íntima del desaliento, no lo olvidemos, todas las demás no serían nada...”
Santa Teresa del Niño Jesús y de
la Santa Faz (1873-1897).
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