“Conocemos la verdad no sólo
por la razón, sino también por el corazón; de esta segunda manera conocemos los
primeros principios, y en vano el razonamiento, que no participa en ella, trata
de combatirlos. Los pirrónicos, cuyo único objetivo es esto, se esfuerzan
inútilmente. Sabemos que no soñamos. Por impotentes que seamos para probarlo
mediante la razón, esta impotencia no prueba sino la debilidad de nuestra
razón, pero no la incertidumbre de todos nuestros conocimientos, como ellos
pretenden. Pues el conocimiento de los primeros principios, como que hay
espacio, tiempo, movimiento, números, es tan firme como cualquiera de los que
nuestros razonamientos nos brindan. Y es necesario que la razón se apoye sobre
esos conocimientos del corazón y del instinto, y que sobre ellos fundamente
todo su discurso. (El corazón siente que hay tres dimensiones en el espacio y
que los números son infinitos, y la razón demuestra luego que no hay dos
números cuadrados de los cuales el uno sea el doble del otro. Los principios se
sienten, las proporciones se infieren; y todo esto con certeza, aunque por vías
diferentes.) Y es tan inútil y tan ridículo que la razón exija al corazón
pruebas de sus primeros principios para querer consentir en ellos, como sería
ridículo que el corazón exigiera a la razón un sentimiento de todas las
proposiciones que ella demuestra para querer aceptarlas.
Por lo tanto, esa impotencia sólo debe servir para humillar a la razón, que pretendería juzgar acerca de todo, pero no para combatir nuestra certeza, como si solamente la razón fuera capaz de informarnos. Muy por el contrario, ¡pluguiera a Dios que nunca tuviéramos necesidad de ella, y que conociéramos todas las cosas por instinto y por sentimiento! Pero la naturaleza nos ha rehusado este favor; por el contrario, nos ha concedido muy pocos conocimientos de esta clase; todos los demás sólo pueden ser adquiridos mediante el razonamiento. […].”
Por lo tanto, esa impotencia sólo debe servir para humillar a la razón, que pretendería juzgar acerca de todo, pero no para combatir nuestra certeza, como si solamente la razón fuera capaz de informarnos. Muy por el contrario, ¡pluguiera a Dios que nunca tuviéramos necesidad de ella, y que conociéramos todas las cosas por instinto y por sentimiento! Pero la naturaleza nos ha rehusado este favor; por el contrario, nos ha concedido muy pocos conocimientos de esta clase; todos los demás sólo pueden ser adquiridos mediante el razonamiento. […].”
Pascal, Blaise, Pensamientos, 282 (ed. Brunschvicg).
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